domingo, 20 de abril de 2014

cuentos cortos

                       Infestación
—Este cuento tiene piojos —dije a mi mujer.
—No te creo.

Vio las liendres.

—Hay que motilarlo.

—Tiene palabras que me gustan mucho.

—Tú y tus palabras —suspiró—. Úntale petróleo.

—¿Petróleo?

—Eso hice con los niños.

—¿Y si se intoxica?

—Los niños no se intoxicaron.

—Son fisiologías distintas.

—Cuidas demasiado tus cuentos. Relájate.

Bajé la cabeza.

—Cepíllalo y lávalo. Cepíllalo y lávalo hasta que le salga toda esa inmundicia —gritó rumbo a la cocina.

Lo hice, juro que lo hice.

2] Colombofilia
Héctor compró a Muñeco el veinticuatro de diciembre. Lo puso así por los ojos negros y bizcos. Desde hacía seis meses vivía con Matilde y pagaban con dificultad una habitación tan arriba de la Circunvalar que para su puerta no alcanzaron las direcciones. Pero eran jóvenes y el cartón de bachiller les alimentaba la ilusión de una beca que el Icetex siempre concedió a otros: “Ahora se está yendo todo el mundo”, les explicaban, “y si es difícil para los que tienen título universitario y postgrado...”.

Muñeco creció lejos de cualquier raza definida y desde cachorro mostró su afición a las palomas: las observaba embelesado y las atrapaba sin lastimarlas. La primera vez, Héctor le pegó con la mano, la segunda, con una revista vieja; la tercera cogió el ave y se la llevó a Matilde. El perro se constituyó en fuente de proteína animal para la joven pareja de desempleados.

Cuando se acercaba el aniversario de su unión, Matilde consultó en las librerías del centro y supo que las palomas son comida de reyes, plato principal en las mesas más distinguidas de Francia. Se lo contó a Héctor; también que las aceitunas, los champiñones y las alcaparras desbordaban el presupuesto familiar, y las trufas ni siquiera las conocían en la tienda. Un ejemplar de estrato alto, capturado en el parque de la Noventa y tres, puso sustancia a la celebración.

En octubre, una de las señoras que arroja maíz a las palomas captó las habilidades de Muñeco. Furiosa, lo esperó tras la estatua de Bolívar y le asestó un sombrillazo tal que le quebró una de las patas. Encomendaron su mejoría a las benditas ánimas del purgatorio pero los días pasaron. Héctor, condolido, le pidió a un amigo celador que lo sacrificara: “En este país una bala es lo único que no se le niega a nadie”, respondió.

Esa noche la proteína animal fue menos aristocrática en la olla de Matilde.  

                                            Octavio Escobar Giraldo    

                                                                                    lukafans.blogspot.com






                          El Pozo de la Vida

La caravana se alejó, dejando al camellero enfermo abandonado al pie del pozo.Allí las caravanas hacen alto siempre, por la fama del agua, de la cual se refieren mil consejas. Según unos, al gustarla se restaura la energía; según otros, hay en ella algo terrible, algo siniestro.Los devotos de Alí, yerno y continuador de la obra religiosa y política de Mohamed, profesan respeto especial a este pozo; dicen que en él apagó su sed el generoso y desventurado príncipe, en el día de su decisiva victoria contra las huestes de su jurada enemiga Aixa o Aja, viuda del Profeta. Como no ignoran los fieles creyentes, en esta batalla cayó del camello que montaba la profetisa, y fue respetada y perdonada por Alí, que la mandó conducir a La Meca otra vez. Aseguran que de tal episodio histórico procede la discusión sobre las cualidades del agua del Pozo de la Vida. Es fama que Aixa la ilustre, una de las cuatro mujeres incomparables que han existido en el mundo, al acercar a sus labios el agua cuando la llevaban prisionera y vencida, aseguró que tenía insoportable sabor.El camellero no pensaba entonces en el gusto del agua. Miraba desvanecerse la nube de polvo de la caravana alejándose, y se veía como náufrago en el mar de arena del desierto.Verdad que el pozo se encontraba enclavado en lo que llaman un oasis; diez o doce palmeras, una reducida construcción de yeso y ladrillo destinada a bebedero de los camellos y albergue mezquino y transitorio para los peregrinos que se dirigían a la mezquita lejana; a esto se reducía el oasis solitario. Devorado por la calentura, que secaba la sangre en sus venas, el camellero, frugal y sobrio siempre, ahora apenas se acercaba al alimento, a las provisiones de harina y dátiles. Su sostén era el agua del pozo.-No en balde se llama el Pozo de la Vida... Bebiendo sanaré.Transcurrieron dos o tres días. El abandonado no cesaba de sumergir el cuenco en el odre que al partir, con piadosa previsión, habían dejado lleno sus compañeros de caravana. Y pensaba para sí: «Mi mal me trastorna los sentidos. Esta agua, al pronto tan gustosa, ahora parece ha tenido en infusión coloquíntida.»Al día tercero, algunas muchachas de la tribu de los Beni-Said, acampada a corta distancia en la vertiente de un valle árido, vinieron a cebar sus odres en el pozo. El enfermo solicitó de ellas que le renovasen la provisión, porque sus fuerzas no lo consentían. Una virgen como de quince años, de esbeltez de gacela, atirantó la cuerda con sus brazos morenos y el cangilón ascendió rebosando un líquido claro y frío como cristal. El enfermo tendió las manos ansiosas y hasta sonrió de gozo cuando la muchacha, en su cuenco de arcilla esmaltado de vivos colores, le presentó la prueba de aquella delicia. Pero, apenas humedeció la lengua, hizo un mohín de disgusto.-¡Amarga más todavía que la del odre! -murmuró consternado.La muchacha vertió otra vez agua en el cuenco y bebió despacio, con fruición.-¿Qué dices de amargura? -interrogó burlándose-. Está más fresca que los copos de la nieve y más dulce que la leche de nuestras ovejas. Ha refrigerado y exaltado mi corazón. No he encontrado jamás agua tan sabrosa. Probad vosotras, a ver quién se engaña.Y el grupo de jóvenes aguadoras, antes de cargar en las fundas de red de cuerda, al costado de sus asnillos, los colmados odres, bebió largos tragos de agua del pozo. Hiciéronlo riendo sin causa, disputándose los cuencos de donde el agua se derramaba mojando las túnicas listadas de rojo y blanco, las gargantas aceitunadas y tersas como dátiles verdes, los senos chicos y los brazos bruñidos y mórbidos. Los negros ovales ojos de las vírgenes relucían; sus dientes de granizo eran más blancos al través de los labios pálidos avivados por el agua. Cabalgaron después en los jumentos, acomodándose para caber entre los odres, y con carcajadas locas tomaron la vuelta de su aduar.El camellero quedóse solo otra vez. Como había mirado desvanecerse la nubecilla de la caravana, vio perderse, en la ilimitada extensión, no del camino (el desierto es camino todo él), sino de la planicie, la polvareda que levantaba el trote de los asnos aguadores, azuzados por las muchachas. La fiebre le consumía. Desesperado, bebió. El agua amargaba más aún.Los días desfilaron. El enfermo los contaba por los granos del rosario de gordas cuentas que, a fuer de devoto creyente musulmán, llevaba colgado de la cintura. Porque eran iguales todos los días. Los mismos amaneceres deslumbrantes de sol en un cielo acerado; los mismos mediodías cegadores, crudamente magníficos, con lampos de brasa y rayos de sol sin velo, refractados por la amarillenta llanura; las mismas encendidas tardes, caliginosas, espirando abrasadores soplos de terral, entrecortadas por rugidos y aullidos lejanos de fieras; las mismas noches de esplendidez implacable, en que el firmamento sombrío y puro se adornaba con sus astros y constelaciones más refulgentes, sin que ni una ráfaga de aire descendiese de la bóveda de bronce, empavonada de azul, ocelada de estrellas vivísimas, lucientes y duras como la mirada altiva del poderoso.Y el enfermo, sin poderlo evitar, bebía, bebía... Y el agua era a cada trago más repugnante. Dijérase que las manos de los genios enemigos del hombre desleían en el pozo bolsas de hiel, puñados de sal, esencia de dolor. Llegó un momento en que las fuerzas del camellero se agotaron; en que la sola vista del agua le produjo escalofríos, y al pie del pozo se tendió en el agostado suelo resuelto a dejarse perecer, resignado y ansioso del fin.Una voz que le llamó -una voz imperiosa y grave- le hizo abrir los ojos. Tenía ante sí a un santón, un viejo morabito de larga barba argentina, de remendado traje, apoyado en una cayada, con su zurrón de mendicante al hombro. La faz, requemada por el sol, presentaba nobles, aguileños rasgos, y los ojos fijos en el enfermo, no revelaban piedad, sino meditación serena; el estado de un alma que conoce los Libros sacros y sondea el existir. En la mano derecha, el santón sostenía el cuenco lleno de agua; tal vez se disponía a apurarlo.-No bebas, santo varón -aconsejó el camellero-. Es amarga como absintio. Te dará horror. Yo ya no la soporto.Sin hacerle caso, el santo bebió, y ni mostró desagrado ni complacencia.-Este agua -murmuró después de que se hubo limpiado la boca con el revés de su mano curtida por la intemperie- no es ni amarga ni dulce; su amargor y su dulzor están en el paladar de quien la bebe. ¿No han venido aquí, desde que languideces al pie del pozo, seres jóvenes y sanos? ¿No han bebido del agua?-Han venido -respondió el camellero- unas mozas vírgenes, muy alborotadas, a tomar aguada para su aduar. Y han alabado lo refrigerante de la bebida.-Ya ves -dijo reposadamente el santón-. Que el ángel Azrael mire por ti y te permita encontrar tolerable al menos el agua del pozo. Yo te llevaría conmigo, sacándote de este mal paso; pero mi jumento no puede con más carga y tengo que adelantar camino para incorporarme a una caravana, porque si voy solo me devorarán las fieras.Y el santón se alejó recitando un versículo del Corán. Al ver su silueta oscura desvanecerse en el horizonte inflamado, el camellero sintió que su última esperanza desaparecía, y en transporte delirante, acercóse al brocal del pozo, se agarró a él con ambas manos y, no sin trabajoso esfuerzo -¡hasta para darse la muerte se necesita vigor!-, se precipitó dentro, de cabeza...........................Y las aguas del Pozo de la Vida, desde que se arrojó a su profundidad el camellero, siguen siendo dulces para algunos, amargas para bastantes... Sólo hay que añadir que los de paladar fino las encuentran gusto a muerto.        


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martes, 15 de abril de 2014

historia romántica corta

                                  Hola adiós y hola
Todos tenemos malos momentos que recorremos en nuestra mente que nos agobia el alma y nos amarga la vida.
Que nos hace sentir peor que nada.
Cada tarde en la montaña observando yo a esa persona .esa persona que tanto la conozco  que ni su nombre sabido. Pero en si la conozco

Es amable inquieta y ríe sin lamento alguno pero me pregunto ¨¨¨que  hace aquí?  Aquí en este lugar. El lugar de los lamentos donde todos lo que sufrimos  venimos a despejar nuestra frustran te mentes que nos azota diariamente.

Veo que esa persona se levanta y corre por el bosque .le miro con admiración siempre está aquí porque  siempre me hace compañía aunque no me conozca aunque no me note .esta hay siempre.

Un domingo lluvioso yo debajo de los arbustos espero por su llegada aun demorada sigo esperando por esa persona la cual deseo saber  su nombre y  escuchar su voz.
Ya pasaron mucho tiempo .tiempo que pensé que eran largos años de soledad .soledad que me carcomía por dentro se me cogió la noche decidí dormir en ese lugar.

Despierto algo soñoliento con una gran luz en todas partes de un nuevo día.  Un nuevo día que la voy a esperar que la quiero esperar porque deseo saber su nombre. Porque quiero que sepa de mi .de mi poca y frágil existencia.

Fui al lugar donde descansan los seres queridos que sean ir donde en una sepultura de esas. Hay comida ropa y una carta .una carta que dice un  nombre que mi voz no puede decir donde estoy incapacitado para decir  pero sé que lo conozco. Me alego de ese lugar que me hace poner los pelos de punta.      

Vuelvo al bosque donde intento o quiero volver a ver a esa persona .mas allá en la lejanía se ve  una persona de cabello largo suelto que esta parada en ese lugar donde se han parado tantas personas para quitarse la vida.
La vida. La vida que parece para muchos importante para otros no. Me acerco a esa persona toco su hombro

Su mirada esta hacia abajo mirando. Mirando algo que es llamativo al mismo tiempo. Aterrorizan te.
No escuchaba mi llamado solo estaba hay grito quiero saber tu nombre……nada que responde
Mi cabeza se pregunta qué?
Que está pasando será un sueño?
Un sueño frustran te que nos acosa la vida

La chica se va de ese lugar .ese lugar tan solitario y frio donde han muerto personas .las personas que formaron parte de la sociedad ahora están solos y afligidos
Tiempo. Tiempo sin ver a esa persona tiempo que estoy esperando saber su nombre aunque sea una sola vez .esa vez que lo sepa estaré tranquilo y en paz.  Esa persona con tan linda actitud que hace que mis malos momentos  se alejen de mi asquerosa mente.

Veo a esa chica la cual tanto me gusta la que me hace compañía desde la lejanía y me atrae con alegría.

Camina vestida de blanco en el bosque con rosas rojas en sus manos no mira hacia los lados puesto que ni me alcanza a mirar camino tras ella esa persona.

Toco su bello cabello negro y brillante siento en mi su bello aroma .ella no voltea a mirar una luz extraña invade a su cuerpo se pone algo luminoso todo el lugar .me espante al ver tan asombran te cosa.

Me pregunto qué pasa aquí?
Por qué?
Que es esto?
Se amontonan las preguntas en mi .en mi cabeza la que quiere una explicación .un por que de esto.

Pensando mas allá mas allá de la realidad pensé que ella .ella con esa soledad pero al mismo tiempo alegría  la que se avía alejado era ella. Ella la persona incapaz de hacer su vida mejor .mejor para vivir feliz.

Por eso siempre está sola. Sola en este podrido bosque  ríe para esconder su tristeza melancólica que lleva en sí.

Todo el tiempo que dure observando a esa bella persona que nunca sabré su nombre por. Porque mi lejanía mi mundo y el de ellos  no podemos ver pero no entendernos ambos.

Corro por el bosque busco el lugar donde descansan los muertos  ya que avía visto ropa y comida en ese lugar al acercarme un hombre dice: mateo mira tristemente. Hecho un paso atrás  mi mente se pregunta que fue eso?
El hombre) mateo  te encuentras bien mirando a esa sepultura

Corro nuevamente hacia el bosque busco la chica vestida de blanco la veo sentada en el mismo lugar  ella solo repite
Esas palabras que hacen que mi mente se desequilibrará  dice: muchas veces  lo que crees no es lo que es.  

Yo sin pensar nada solo digo Samanta 
Mi mente pregunta Samanta . Quien es Samanta?
Ella nuevamente habla diciendo: pierdes lo que quieres pero solo tienes lo que debes
El destello que produce su cuerpo es tan grande  lo poco que pude ver es que caminaba por un lugar donde nunca vi camino dije: cuídate Samanta .

La mañana siguiente .me levanto y voy a la sepultura me sentía tan incapacitado que solo salió de mi hola adiós y hola descansa en paz Samanta 

El hombre) dice hola Samanta  después de 30 años sigues visitando este lugar

Samanta ) el fue la persona que salvo mi vida donando su órgano a mí como olvidarme de él. Aunque haya muerto me acordare siempre de él.

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